M.F/ Muchas mujeres no han escuchado las palabras «suelo pélvico» hasta el momento en el que han quedado embarazadas ya que es una etapa en la que más hay que cuidarlo y trabajarlo porque hay más riesgo de que se debilite. El suelo pélvico se compone de unos músculos que abarcan la zona que va desde el hueso púbico al cóccix pero que no están posados sobre ninguna estructura ósea.
Durante el parto, pueden generarse daños por compresión directa a los nervios o roturas de las fibras musculares debido al estiramiento… Por eso, cuando hablamos de suelo pélvico nos referimos a las mujeres de una manera casi generalizada ya que su deterioro afecta a siete de cada diez mujeres y sólo a algunos hombres.
El embarazo es un caso puntual pero hay otros factores como la obesidad, el hábito de comidas basado en dietas estrictas, el tabaquismo, la inactividad o la actividad inadecuada de algunos deportes que también influyen en la pérdida de flexibilidad, tono y fuerza del suelo pélvico.
De ahí, la importancia de trabajar esta zona ya no sólo en la época de gestación, sino en la vida diaria. Hay ejercicios -como los de Kegel- que puede hacer una misma y también hay hospitales dentro de la sanidad pública y privada que disponen de Unidad de Suelo Pélvico.
Este trabajo corresponde a profesionales de varias especialidades ya que se ha comprobado, durante la última década, el alto índice de patologías asociadas al suelo pélvico. Cuando se debilita, puede presentar problemas que afectan a varios aparatos del cuerpo humano a la vez.
El suelo pélvico es como un «tapón» que evita que los órganos se escapen por los orificios inferiores, ya que aguanta el peso de la vagina, recto, útero, vejiga y uretra que, a la vez, soportan el peso de todo el aparato digestivo.
Por estas razones, mantener un suelo pélvico fortalecido y en buenas condiciones es muy beneficioso para la salud ya que absorbe o compensa el movimiento de las vísceras ante los esfuerzos.
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