Vida saludable

M.F/ El bruxismo, o lo que se conoce coloquialmente como ‘chirriar los dientes’, es una enfermedad que afecta a uno de cada cuatro niños con edades comprendidas entre los siete y los diez años.

 

Esto se traduce a que esta enfermedad abarca de un 20 a un 30 por ciento de la población infantil y adolescente. En edad infantil, es más funcional que patológica puesto que los dientes son de leche.

 

Sin embargo, en edad adolescente, el bruxismo puede ir acompañado de dolores de cabeza, musculares y alteraciones en la mandíbula, provocando dificultad en la apertura de la misma.



Los dientes pueden ejercer una presión excesiva en los músculos, los tejidos y las estructuras que rodean la mandíbula. Si se prolonga en el tiempo, puede causar problemas en la articulación temporomandibular que es una de las pocas articulaciones móviles que hay en la cabeza.

 

El bruxismo puede darse tanto de día como de noche y en la mayoría de los casos, se hace sin darse cuenta. Independientemente de la edad a la que se produzca, el bruxismo nocturno tiene una consecuencia inmediata: el desgaste del esmalte dental y de los propios dientes. Puede, incluso, romperse alguna pieza.



Ante esto, vamos al dentista. Y es en esa visita donde se diagnostica con mayor certeza esta enfermedad que también afecta a las encías. Puede, incluso, hacer que se mueva algún diente.

 

Ansiedad y estrés, enfermedades neurológicas y reumatológicas, ciertos hábitos como una alimentación inadecuada, la postura o la incapacidad para relajarse son algunas de las causas que provocan el bruxismo en las personas. Y aunque estas son las razones más frecuentes, hay discrepancias entre los especialistas.

 

El bruxismo produce microdespertatres nocturnos, lo que hace que no se descanse adecuadamente y se sienta cansancio durante el día. Por lo que los expertos aconsejan eliminar toda actividad física y mental antes de ir a dormir, sustituyéndolas por otras más relajantes como puede ser leer un libro.