Celia Acero (Psicóloga): «El acompañamiento reduce mucho el impacto de episiotomías y de cesáreas»
MERCEDES FERNÁNDEZ/ La salud mental materna trata la atención psicológica, y no solo física, en el periodo perinatal como medida de prevención frente al desarrollo de psicopatologías infantiles y adultas.
En el contexto actual de la pandemia, la salud mental materna se ha visto expuesta a estresores que han aumentado la vulnerabilidad de las mujeres en este periodo vital. Para conmemorar el Día Mundial de la Salud Mental Materna, la psicóloga Celia Acero nos habla sobre la salud mental femenina y la salud mental materna. Trabaja la terapia con mujeres a nivel general y está especializada en psicología perinatal, por lo que ayuda a las mujeres durante este proceso.
– ¿Qué es la salud mental con perspectiva de género?
-La realidad es que la medicina históricamente ha sido escrita e investigada por hombres, en su mayoría. Y eso ha hecho que se haya centrado mucho en los procesos que tienen que ver con la salud masculina. En una visión de la salud centrada o con perspectiva de género lo que hace es, por un lado, ver aquellos procesos que son exclusivos de la fisionomía femenina (todo lo que tiene que ver con la menstruación, parto, postparto, con las cosas que son exclusivas de la mujer…). Y además es una visión de la salud que pone el foco en el sistema en el que vivimos, en el que todavía hay patrones muy machistas y muy patriarcales a la hora de funcionar y que hacen que haya, por ejemplo, la doble jornada, la carga mental… Cuando tienes una visión de la salud más holística y global son importantes tenerlas en cuenta.
-Afirmas que la salud mental se trata de manera diferente en hombres y en mujeres. Por ejemplo…
-Se diagnostica más, por ejemplo, cuando una mujer va a una consulta de urgencias que tiene un ataque de ansiedad. Todo lo que está relacionado con la salud mental, se diagnostica más en las mujeres. Y es verdad que a las mujeres, tradicionalmente, se les ha tachado más como de locas por su relación con las emociones y con esta capacidad de hablar de emociones que tiene que ver con la educación que recibimos. No es algo innato, por supuesto, y es verdad que históricamente se han utilizado mucho los diagnósticos de salud mental para desvalorizar las opiniones de las mujeres calificándolas de neuróticas, locas, lunáticas, etc. Y, hoy en día, arrastramos un poco de ese estigma que se relaciona, por un lado, con la salud mental y por otro, la salud mental femenina.
-¿De qué crees que depende esta desigualdad? ¿Son roles educacionales que se transmiten entre generaciones, percibidos por la cultura de la sociedad en la que se viva o ambas cosas?
-La diferencia depende de la educación. Es una educación de diferenciación de género, de sociabilización de género que quiere decir que desde el momento en el que se le pone el cartel a un bebé de si es niña o niño, incluso dentro de la barriga, se empiezan a generar una serie de expectativas sobre cómo será, cómo será su temperamento, incluso, de qué color voy a vestirle. Y ya no sólo por el rosa y el azul, que todavía está muy arraigado, sino también porque hay un experimento el que se pone un bebé solo con un pañal y no se le identifica de otra manera, ni pendientes, ni nada del sexo del bebé. Se les pone delante del adulto para que juegue con el bebé y cuando se le atribuye que es un chico, se le empieza a hacer un tipo de juegos como mucho más activos y se le atribuían unas características de «¡qué bebé tan fuerte! ¡Qué bebé tan valiente! y juegos muchos más activos. Y cuando era una niña, ¡oh, qué nena tan guapa! ¡Qué buena eres! Entonces se va generando, poco a poco, una expectativa de lo que es un hombre y una mujer y de cómo comportarse.
-Has vivido en países que tienen culturas completamente diferentes como Perú y Noruega, ¿encuentras diferencias en los roles educacionales en la desigualdad de género entre los lugares donde has estado o crees que es algo universal?
-Puedo ver que la socialización de género es algo universal que se da en todas las culturas. La cosa es que está más o menos marcados según la cultura. Noruega, por ejemplo, es un país en el que hay mayor igualdad o más conciencia respecto a esos aspectos de géneros pero eso no quita que haya igualdad o equidad, mejor dicho, porque no la hay. Es algo universal que se matiza en un sentido u otro sobre qué se espera de un hombre o de una mujer, según en la cultura que estemos pero, en cualquier caso, se esperan (desde mi experiencia y desde mis conocimientos) cosas distintas, sea cual sea el país y sea cual sea la cultura.
«La intensidad o la manera en la que una mujer siente el duelo no es cuestionable»
-¿Influye el tipo de atención a la salud mental de la mujer en el proceso de gestación, parto y postparto? ¿Tendría la mujer una recuperación física y mental más satisfactoria o menos traumática en algunos casos?
-Es verdad que la atención a la salud mental materna, tanto en embarazo como en posparto, es muy escasa. Y a la salud física también. Entonces, es difícil saber si sólo con la atención mental habría mejoras en la salud física. Lo que pasa que es verdad que somos cuerpo y mente y que se ha estudiado con intervenciones muy pequeñitas la depresión posparto se podría reducir como, por ejemplo, el trabajo de posparto en grupos de mujeres acompañados por especialistas reduce mucho la depresión posparto. El acompañamiento en el miedo al parto reduce mucho el impacto de episiotomías y de cesáreas. Hay cosas que se han ido analizando y que dan estos indicios. Está claro que es un momento de mucha vulnerabilidad a nivel mental y la atención se pone en el bebé en lugar de ponerla en la madre que es la que sostiene luego al bebé. Tenemos muchos focos, muchas revisiones después del parto enfocadas en el bebé, incluso el durante embarazo, las revisiones son más físicas y para medir el peso del bebé, cómo está, pruebas de si hay alguna anomalía genética, etc. Es verdad que para la salud de la madre, para el bienestar emocional, no hay prácticamente nada. Seguro que la vivencia sería de otro sitio y todo eso afectaría también al vínculo que se genera con el bebé y, por tanto, al desarrollo del bebé. Entonces es que poner el foco en la madre, en la salud mental materna tiene beneficios para los dos.
-Hablamos del embarazo entendiendo que el bebé ha nacido pero, ¿Qué pasa cuando el bebé muere? ¿Qué opinas sobre el tratamiento que recibe la madre en el duelo perinatal?
-Duelo perinatal es un tema super delicado. Hay todavía mucho tabú y poco reconocimiento. Hay mucha tendencia a decir comentarios poco sensibles del tipo: «No pasa nada, si sólo estabas embarazada de tanto tiempo» como socialmente. La intensidad o la manera en la que una mujer siente el duelo no es cuestionable. Lo siente así y ya está. Cuando hay que hacer un parto de un bebé fallecido que ha dejado de latir el corazón pero para que el feto salga, hay que hacer un parto. Es verdad que todavía no hay hospitales donde haya un espacio específico. Es duro que haya un momento en el que se comparta un espacio con mujeres que están pariendo bebés vivos y mujeres que están pariendo bebés muertos. Y eso sí que debería ser de otra manera porque emocionalmente lo hace todavía más duro.
-¿Está la sociedad concienciada en este aspecto? ¿Cuenta la sociedad con los medios adecuados para dar una atención a la altura que se merece una madre que acaba de perder un bebé o, incluso, varios?
-No. Creo que socialmente todavía tenemos que entender que la maternidad no empieza en el parto; que el embarazo no es una enfermedad pero tampoco es un «no es lo mismo estar embarazada que no estarlo» sino que es otro estado de la vida de la mujer y que un duelo gestacional o un duelo por un hijo muerto no es más o menos valioso según la edad o las semanas de gestación que llevaba una mujer.
Fotografía: @celiacerop