MERCEDES FERNÁNDEZ/ El 74% de las personas que tienen discapacidad asegura encontrarse con barreras que les dificultan llevar a cabo actividades básicas en su vida.
Entendiendo por «básicas» las que se encuentran diariamente en sus propios hogares, además de las que ya hay en la calle o en cualquier edificio de acceso público.
Esto es una realidad apoyada por datos revelados por el INE (Instituto Nacional de Estadística) que ha publicado en su último estudio en el que aseguran que «los problemas de movilidad son la principal discapacidad que hay en nuestro país».
Por suerte, con los años, el mercado se ha ido adaptando a las necesidades de estas personas y son muchos los establecimientos que, cada vez, están ofertando más servicios de salvaescaleras.
Este sistema facilita mucho la vida diaria de las personas con movilidad reducida ya que le da autonomía e independencia dentro de su propio hogar; sobre todo a aquellas en las que el tipo de discapacidad le presenta una limitación importante para llevar a cabo una vida normal.
Su instalación no requiere obras, ni modificaciones en la vivienda. Se implantan unos raíles por donde circula la silla -bien si se trata de la que trae el propio salvaescaleras; o si es la silla de ruedas de la persona con discapacidad-.
La mayoría de las personas que presentan una discapacidad que afecta a huesos y articulaciones, se debe a causas fortuitas como accidentes de tráfico o caídas; en definitiva, situaciones inesperadas en las que una persona no piensa que pueda pasarle. Y, por tanto, no se suele tener en cuenta a la hora de comprar una vivienda.
Por otra parte, muchos edificios públicos también se están adaptando, cada vez más, a las necesidades de personas con discapacidad. Esto es posible también porque esta maquinaria sirve para escaleras con o sin rellano y para las que tienen una arquitectura recta o curva.
Los comienzos
Puede que para este colectivo, la implantación del salvaescaleras o ‘Inclinator’ -como se conocía en un principio- llegue un poco tarde, ya que el origen es muy antiguo.
La primera silla comercial para personas con movilidad reducida se remonta a 1920 de la mano de C.C. Crispen. El diseñador la creó para que un amigo pudiera moverse por toda la casa.
Sin embargo, hay otros datos que apuntan a que el inventor original fue el Rey Enrique VIII. Según la historia, este señor arrastraba 178 kilos de peso, no podía casi ni andar ni, mucho menos, subir escaleras. El diseño de la máquina de aquel entonces poco tenía que ver con el de ahora.
En aquella época, la silla salvaescaleras estaba hecha con un sistema de bloques y unos mecanismos que manejaban sus sirvientes tirando de unas cuerdas.
En la actualidad, este tipo de sillas disponen de mando a distancia inalámbrico, asientos rotatorios y otros dispositivos que garantizan la seguridad de la persona.
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