M.F/ No. La celebración de la fiesta de Halloween no es una tradición estadounidense o una «americanada» como cree la mayoría de la ciudadanía. Halloween se remonta a la cultura celta de hace ya más de 2000 años y que, por aquel entonces, abarcaba las Islas Británicas, Escandinavia y Europa Occidental.
A Estados Unidos llegó mucho más tarde y casi de casualidad. En el siglo XIX, Irlanda experimentó su peor crisis económica y social -lo que más tarde se conoció como la Gran Hambruna Irlandesa-; por lo que millones de irlandeses emigraron a otros países en busca de trabajo, siendo los recientes Estados Unidos de América el principal destino de los exiliados.
Los irlandeses instauraron allí la tradicional fiesta de Halloween y así fue como el nombre original “All Hallows Eve” se transformó en el término con el que lo conocemos hoy –Halloween– y para el que no existe traducción alguna.
Halloween era una fiesta pagana -Samhain- que significa «fin del verano» y se celebraba al finalizar la temporada de cosechas en Irlanda para dar comienzo al «año nuevo celta». En la época de los romanos, el Papa Gregorio IV decidió cristianizarla, renombrándola festividad de todos los santos debido a la época en la que se celebra.
Cuenta la leyenda que en la celebración de la noche del Samhain, los muertos volvían para reencontrarse con sus seres queridos. Para que los espíritus no se perdieran y encontraran la luz, algunas personas dejaban velas encendidas. Aunque se corría el riesgo de atraer a los espíritus malignos.
Por ello, los vivos se vestían con trajes y máscaras para intentar hacerse pasar por uno de ellos y no sufrir daños.
Evitaban encender fuego, las casas permanecían frías y oscuras, sus dueños se vestían fúnebremente para evitar la atención de los muertos. De este modo, se creía que en la noche de los muertos se podía seguir con vida si se pasaba desapercibido.
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