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M.F/ La nomofobia es el miedo irracional que padece una persona cuando sale de casa sin su teléfono móvil o la angustia que siente cuando se le acaba la batería, el saldo o pierde la cobertura de la red. Su nombre proviene del inglés de no-mobile-phone phobia.

Sensación de ansiedad, taquicardias, pensamientos obsesivos, dolor de cabeza o dolor de estómago. Con estos síntomas, parece que estamos hablando de la mayor enfermedad de los últimos tiempos. Y realmente lo es, según expertos en psicología.

La nomofobia se está convirtiendo en la enfermedad del siglo XXI. Los profesionales aseguran que el nivel de estrés que sufre una persona nomofóbica es equiparable al que siente una persona el día antes de su boda.

Desde que comenzaran a hacerse estudios sobre esta patología en 2012, los datos han ido aumentando en la población en general. Y en España en particular; ya que nos encontramos a la cabeza de este ránking de nomofóbicos.

El uso del teléfono móvil está tan presente en nuestras vidas, que mirarlo es prácticamente lo primero que hacemos cuando nos levantamos y lo último, antes de acostarnos.

Sin embargo y a pesar de este gesto que realizamos durante el día casi compulsiva e inconscientemente, no todos somos nomofóbicos. La persona que tiene nomofobia, generalmente, es una persona insegura de sí misma, con baja autoestima, con pocas habilidades sociales y que en su tiempo de ocio sólo usa el móvil, siendo completamente incapaz de disfrutar sin él.

También por esa idea que tienen las personas inseguras de hacer las cosas perfectas, sin fallos. “Mi vida circula alrededor de satisfacer al otro, así que, si me llaman y no tengo la posibilidad de estar conectado, me siento solo. Aparece el miedo a decepcionar a los demás”, afirma  Antonio de Dios, psicólogo del Hospital Quirón de Marbella, en una entrevista a EFEsalud.

Esto se está dando mucho entre los adolescentes, fundamentalmente, por ese miedo que sienten ellos a no ser aceptados por los demás. Por lo que tienen un consumo abusivo del teléfono móvil, viviendo “pegados” a él, prácticamente, las 24 horas del día y mirándolo una media de diez veces a la hora.

En este sentido, los expertos sugieren la intervención de los padres. No con el objetivo de prohibir el uso de estos aparatos, sino en el intento de tratar de hacerles entender la importancia de un uso correcto de los mismos.

 

 

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