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MERCEDES FERNÁNDEZ/ Las emociones son respuestas y reacciones que se manifiestan interna y externamente cuando tratas de adaptarte al entorno. A partir de aquí, surge el concepto de inteligencia emocional que es la habilidad para reconocer esas emociones y poder regularlas; no sólo las tuyas propias, sino identificarlas también en las demás personas.

Las emociones son neutras. Lo que pasa es que se asocian con una mala experiencia, por lo que adquiere un significado. Sentir no es malo. Lo que te perjudica es el enfoque y poder que das a esa emoción. Puedes sentir miedo, rabia o culpa como respuesta a una determinada situación pero si logras controlar el grado en el que se manifiestan, todo estará bien. Las emociones hay que sacarlas pero también hay que saber cómo hacerlo porque si dejas que invadan tu vida y te la limiten, afectará a tu evolución personal y a tu productividad.

El hecho de que exteriorices o interiorices las emociones tiene que ver con otros factores que vamos a ver a continuación.

Creencias limitantes

Las creencias limitantes son ideas que tienes de la realidad que te impiden crecer. Están relacionadas con la perspectiva, generalmente negativa, que tienes sobre ti. Pero es solo una opinión distorsionada de la verdadera realidad.

¿Cómo puedes dejar de tener creencias limitantes?

No tengo una varita mágica para hacer ese milagro por ti. Podría decirte cosas como que identifiques tu pensamiento, que no te compares, que olvides el pasado y que sigas adelante… Suena bonito y consolador pero no te va a ayudar. Te va a orientar pero tienes que hacer un trabajo personal mucho más profundo de la mano de un profesional que te guíe en todo momento. Porque, probablemente, las creencias limitantes tienen un origen desconocido que viene de un pasado lejano. Es un trabajo muy personalizado, concreto, de constancia y tiempo. ¿Cuánto? El que necesites. Nadie deja de la noche a la mañana, las creencias limitantes o cualquier otro hábito interiorizado.

Emociones que influyen en la productividad

Cuando tienes creencias limitantes, las emociones se manifiestan en base a esos límites. ¿Qué pasa cuando tienes miedo? Que te paralizas, ¿verdad? Veamos un ejemplo. Estás en un trabajo y tu jefe o jefa te pide cosas y cosas y cosas. Te las pide porque eres incapaz de negarte por miedo a que reaccione enfadándose. Entonces, lo dejas pasar todo pero te sientes mal porque no quieres. Lo ves injusto. Hay una parte de ti que diría «Basta» pero quieres controlarte. Poco a poco, te vas involucrando más y más en tus pensamientos rumiantes haciendo efecto de bola de nieve.

Esto provoca que no te concentres en la actividad laboral porque sólo tienes en tu cabeza la angustia de haber dicho que sí a todo por miedo a que tengan una posible reacción de la que ni siquiera tienes la certeza de que vaya a ser esa.

¿Cómo se soluciona?

Cortando la conversación con tu cerebro. Tienes que parar como sea esos pensamientos.




El enfado es otra emoción que impide un desarrollo normal de la productividad. Por ejemplo, presentas un proyecto super elaborado del que estás segurx de que vas a triunfar delante de tu jefe o jefa. Te ha llevado mucho tiempo hacerlo, has cuidado los detalles, etc. Y cuando se lo presentas, ni lo mira. «¿Cómo?» -Piensas-.

Tu creencia limitante te lleva a pensar que debería haberte dado la enhorabuena o, al menos, su opinión pero te ha ignorado. Ahí empieza un diálogo interno en el que cada vez te enciendes más. «La próxima vez le digo que no lo hago»; «Cuando lo vea, le voy a cantar las cuarenta».

Esto pasa porque se produce un secuestro de la amígdala que es una reacción inmediata y desproporcionada en relación al estímulo que la ha desencadenado porque se percibe como una amenaza a la estabilidad emocional.

¿Cómo se soluciona?

Cuando esos pensamientos vengan a tu cabeza, bórralos. Párale los pies a tu cerebro. Trata de comprender la situación: puede ser que tenga un mal día, que esté pensando en otra cosa y no haya caído en darte una respuesta, etc. Además, ¿se la has pedido? ¿Le has preguntado qué le parece? Si dejas que se forme la bola de nieve en tu cabeza, pueden pasar dos cosas: que tu productividad disminuya y cometas errores porque no estás en lo que deberías. Y que des una mala contestación a tu jefe o jefa sin venir a cuento en una conversación normal.

Esto puede desencadenar en otra emoción que afecta a tu productividad: la culpa. Empiezas a dar vueltas a lo que has hecho, a decirte cosas como «Me debería haber callado»; «¿Por qué tengo la boca tan grande?».

La culpa también viene cuando, por ejemplo, debiste hacer ciertas tareas y, por lo que sea, no te ha dado tiempo. Tu cabeza empieza a decirte «No eres responsable»; «No has estado a la altura»; «Podías haber hecho más»; «Podías haberlo hecho mejor»; «Si hubiera echo esto otro»; «No debería haberlo hecho de esta manera» y un largo etcétera.

 

Las emociones hay que atenderlas. No se pueden tapar con un parche porque al final se acaba rompiendo y todo sale tras una explosión de «Ya no puedo más». Así que debes parar tus creencias limitantes. Detecta por qué sientes miedo, por qué te entra tanta rabia y por qué te sientes culpable. Trata de controlarlas y si no puedes, acude a un especialista y trabájalas con el o ella. Te aportará calidad de vida.

 

 

Fotografía: Aranzazu Morera 

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